Mis impresiones en Islandia

Islandia, la gran desconocida


Muchas son las razones que me hacen migrar año tras año cuando llegan los meses de verano hacia esa isla indómita, llena de energía y diferente al resto.
Cuando fui por primera vez en 1993 hace mas de 20 años, me atrajo esa misteriosa convivencia del fuego, el hielo, el viento y el agua. Con el tiempo lo he ido entendiendo.
Sin darme cuenta esta tierra me ha ido cautivando en esos momentos que yo creía estar sola, paseando, o sentada simplemente observando las nubes que me sobrevolaban rápidamente, uno de esos tantos días luminosos y dónde el Sol nunca se pone durante varias semanas seguidas.
Pienso que soy una persona afortunada al poder tocar el agua que ha estado durante siglos formando parte de esas masas glaciares a cientos de metros de profundidad en forma de hielo milenario. Hielo que contiene restos de sedimentos, fósiles y burbujas de oxígeno que nos revelan secretos de siglos atrás que jamás hubiéramos podido descubrir.
Esa blancura glaciar que nos transmite pureza y belleza cuando la observamos, esconde un poder de erosión incontrolable en sus poderosas lenguas, erosionando en su avance y retroceso montañas enteras, al mismo tiempo que excava profundos fiordos en el mar, transformando el paisaje con sus portentosos procesos que dan forma a la superficie de nuestro planeta tan despacio, que los humanos no nos damos cuenta de ellos.

Tremendas fuerzas telúricas que se generan bajo los grandes océanos, desplazan continentes sobre la faz de la Tierra formando montañas, cordilleras, cañones submarinos y volcanes.
Hace 16 millones de años esta isla volcánica se fue formando en el fondo oceánico y comenzó a emerger del mar, debido a esa constante salida de magma a través de inmensas grietas de la dorsal atlántica.
Existe una enorme reserva de energía calorífica que sale al exterior expulsando bocanadas de fuego y gas proyectado hacia la atmósfera, arrastrando polvo y cenizas, mientras el magma cubre el terreno en forma de lava solidificándose y añadiendo material a la isla.

Tal es el poder que se esconde en el interior de la Tierra, que mi admiración crece al ver respirar a los volcanes exhalando gases y vapores que me envuelven al caminar sobre ellos. Se sucede una explosión de colorido con el enfriamiento de los minerales depositados en la superficie, que mantienen su composición química pura al haber sido expulsados literalmente desde cientos de metros de profundidad. Amarillo del azufre, verde del cobre, rojo del óxido de hierro y blanco del sílice son algunos de los colores de la amplia gama que tiñen el paisaje para deleite de unos pocos que nos encontramos allí.

Hay zonas que se consideran de altas temperaturas, ya que a tan solo 12 metros de profundidad alcanza una temperatura de 120ºC, de ahí que no sea de extrañar el fenómeno que se origina al salir a la superficie que le ha dado el nombre de Geysir. Me quedo inmóvil cada vez que estoy delante de la cavidad casi circular, y que de forma inesperada e irregular expulsa unos chorros de vapor de agua que alcanzan los 30 metros. Al caer la columna de gotas calientes movidas por el viento, hacen que nos desplacemos corriendo de un lado hacia otro para no quemarnos, parece que estuviera jugando con nosotros y en verdad nos sorprende una vez tras otra, alertándonos de no confiar en lo que a simple vista parece inofensivo y bello.
Otras veces la elevada temperatura interna desmenuza todo aquello que se encuentra a su alcance, como minerales y rocas, dando origen a las solfataras o pozos de barro hirviendo. Al expulsar impulsivamente los chorretones de barro mas o menos densos, estos salpican a su alrededor y con los años se ha formado un muro natural.
Al ver y sentir esta naturaleza en constante transformación que moldea el paisaje a su capricho sin que nada le impida seguir su curso natural, me sobrecoge una fuerza interior que aumenta mi respeto y admiración por la vida.
Vemos el nacimiento de líquenes y musgos, la primera forma de vida de nuestro planeta, así como caprichosas cascadas que van a parar a profundos cañones, testigos del paso del tiempo que arrastró aguas con sedimentos y rocas del interior de la isla.

En esta isla, el hombre, los animales y las plantas se han ido adaptando al medio en el cual viven. Desde su asentamiento en el s. IX, sus pobladores han intentando sobrevivir a las sacudidas sísmicas y a las erupciones volcánicas. Han sufrido épocas de hambrunas y catástrofes cuando los vientos arrastraban las cenizas de lava cubriendo parte del país y matando a todo ser vivo. Ríos de lava han quemado y enterrado todo aquello que se encontraba a su paso, pero han seguido allí.
Sin embargo, una filosofía de vida les ha mantenido fuertes y ha prevalecido para no abandonar la isla, y fue la de permanecer unidos, luchar siempre de forma solidaria, el respeto por los demás y no permitir las clases sociales. Me gustaría destacar que actualmente es el país con menos delincuencia del planeta, dónde la policía no lleva armas, las casas aún no tienen rejas y los bebés se quedan en los carritos solos delante de la puerta de la casa durmiendo la siesta.

El mar les ha dado sus frutos para sobrevivir en todo momento, y el interior de la Tierra les ha dado calor con innumerables termas naturales de saludables aguas calientes en los fríos y oscuros inviernos. Hoy se aprovecha esta energía geotérmica tanto para la producción energética, como para el uso doméstico y la calefacción. Es renovable y no contamina.
Tomar un baño en aguas termales es muy relajante y se considera casi un acto social, ya que al estar sentados en un espacio mas bien reducido facilita la comunicación para intercambiar impresiones. En todo el país, cualquier núcleo con una población mínima de 200 habitantes dispone de instalaciones municipales de aguas termales. No podemos olvidar que el agua caliente brota por doquier. Quizás esto sea lo mas barato del país, ya que la entrada en cualquiera de ellas no llega a los 6 €, teniendo en cuenta que disponen de sauna, jacuzzi, baños de burbujas y piscina para nadar, eso sí, todas están al aire libre pero casi se agradece.
Cada año estoy allí en verano de dos a tres meses por motivos de trabajo y porque allí me siento muy bien en todos los sentidos, y tengo que confesar que cada vez que tengo una oportunidad intento por todos los medios ir a tomar un baño termal.

Para mi Islandia es un paraíso para cualquier viajero amante de la naturaleza. Desde la observación de aves hasta el avistamiento de ballenas, o la admiración por la vegetación frágil y sensible que intenta crecer y sobrevivir en pequeñas extensiones luchando contra vientos gélidos. Es un libro abierto para geólogos y vulcanólogos, como lo fue y es para mi, despertando mi curiosidad e inquietud con la suerte de comprobar -in situ- poco a poco y de muy cerca, esta energía que se encuentra bajo mis pies. Formo parte de ella, como ella de mí.
Toda esta combinación de elementos me motivan para regresar a esa isla que me fascina y que no deja de sorprenderme. Al estar en contacto directo con la naturaleza, un nuevo día nunca es igual al siguiente, hay diferente luz, diferente color y yo no siento siempre lo mismo, a pesar de mirar por los mismos ojos. Hasta siempre.
María López

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